En la madriguera del lobo

domingo, 13 de diciembre de 2009




Llevaba tiempo en aquella ciudad del norte de España.

Su trabajo en la había llevado hasta allí. Nuevas amistades, independencia familiar, incluso aquella nueva experiencia de vida en pareja por la que estaba pasando.

Pero en cierto modo, como siempre suele sucederle al ser humano, añoraba aquella situación de antaño, en algunas facetas.

La vida con sus padres, la comodidad que ello representaba bajo el punto de vista de responsabilidades…Incluso echaba en falta a Jesús, aquellas situaciones en las que a ella gustaba de poner a su vecino.

Todavía hablaba con él, en muchas ocasiones a través del msn, y le excitaba siempre ponerle al límite.

Por eso, en aquella ocasión en que le había dicho:

-“por qué no vienes a verme alguna vez?”- se sorprendió cuando le escribió:

-“reserva un hotel, que voy el jueves para pasar la noche contigo”-

Se vistió provocativa para la ocasión. Un camiseta roja, con alegre dibujo en su pecho, braguitas y tanga del mismo color, encima una suave blusa de gasa negra, con aberturas en sus brazos, y una estrecha y diminuta falda de color también negro, que más parecía un cinturón ancho que otra cosas. Si bien, el cinturón era plateado, igual que el bolso y los zapatos.

Se miraba al espejo, coqueta, y ella misma se sentía satisfecha del resultado. Aún se corrigió el atuendo, antes de acudir a la cita, colocándose unas medias negras, pero semi-transparentes, que realzaban sus esbeltas prendas.

Mientras acababa de vestirse, y aguardaba que su pareja se fuese al trabajo de turno de noche, recibió aquel mensaje que le hizo latir más aceleradamente el corazón:

-“habitación 304, aquí está tu lobo, en la madriguera”-



Cuando bajó del taxi y atravesó el hall, su cuerpo, contorneándose al andar recibió las miradas codiciosas y admiradas de quienes en aquel momento estaban en él. Cogió el ascensor, decidida, sin detenerse, y pulsó el 3. Mientras subía una corriente de excitación sintió que le invadía todo el cuerpo.

Se detuvo en la puerta, 304. Con los nudillos golpeó suavemente la hoja, y, casi al instante apareció en el dintel Jesús, aquel hombre maduro que la había despertado a la sexualidad.

Jesús llevaba horas en la habitación, en aquella madriguera. Su avión había llegado hacia tiempo, pero había pasado toda aquella espera preparando con esmero la escena: la luz pequeña de la mesita iluminaba la estancia, el ordenador con música romántica endulzaba el ambiente, encima de la mesa-escritorio, la botella de cava y esas dos copas de plástico, y unos trocitos de quesos selectos. Todavía recordaba con que codicia ella iba a su casa, corría a sentarse en su regazo, y degustaba aquellos trozos de queso que a Jesús le gustaba tomar, con una copa de buen vino al regreso de su jornada laboral.


Atravesó la puerta y casi al instante se fundieron en un apasionado abrazo, en un sin vivir de manos recorriéndose, en una avatar de suspiros, de caricias. El fuego ardía en sus cuerpos.
Ella se sintió empujada contra la pared, notando como Jesús la volteaba, y arrambaba su cuerpo, como se clavaba su miembro en sus nalgas, en tanto que sus manos se introducían por debajo de la diminuta falda, palpándola. Ella apoyó sus manos en la pared, un poco hacia arriba, en pose sumisa, le gustaba sentirse así. Solo ladeó la cara, para poder ver el rostro de aquel hombre, encendido, ardiente, que buscaba ansiosamente sus labios y le susurraba palabras mezcladas
de fuego, y de obscenidad.

Cuanto le gustaba aquella sensación, aquellas palabras. Qué bien se sentía, sabiéndose prisionera de aquel hombre maduro.


Jesús le sacó precipitadamente el bolso y lo lanzó sobre la cama, la abrazó, sin dejar ambos de besarse, de comerse los labios mutuamente, mientras avanzaban con pasos torpes hacia la única silla que había en la habitación.

Jesús se sentó, quedando su boca a la altura de su sexo. Introdujo sus manos por debajo de la falda y buscó con pericia el borde de los panty.

Entre nervios y gestos, la chica se desproveyó de las medias, y dejó que Jesús, le acariciase el sexo por encima de aquel diminuto tanga rojo, que palpase sus nalgas desnudas, mientras acercaba su boca y con los dientes se abría camino desplazando aquella fina tela.




Aquella lengua masculina ya recorría su sexo, con aquella destreza que tanta excitación le producía. Sus manos, como antaño, se enredaron en aquellos cabellos plateados, masajeándolos y apretando la cabeza de “sus Jesús” contra su cuerpo. Sentía llegar su primer orgasmo.

La música de “Il divo” envolvía la escena.

Cuando ella se vio empujada a la cama no ofreció resistencia alguna: tantas veces le había llevado a él a las situaciones que ella le había decidido provocar, que ahora se sentía cómoda dejándose llevar por sus deseos.

Con suavidad la desposeyó del escueto tanga, y tendida, lateralmente en la cama, empezó a ver como Jesús se desvestía, como se sacaba el pantalón, y aparecía aquel bóxer blanco, muy abultado frontalmente.

Jesús se lo bajó lo suficiente para que apareciera en todo su esplendor aquel miembro erecto con el que ella había jugado tantas veces.

Poco a poco, sintió como se introducía en sus adentros, después de haber abierto sus piernas y de haberse arrugado toda la falda en su cintura. Entraba vigoroso, desafiante. Retrocedía ligeramente y volvía a entrar algo más profundo: ambos estaban alcanzando la gloria.

Jesús cogió sus piernas, largas, finas, esbeltas, y se las apoyó en los hombros, y se clavaba con fuerza, lanzando suspiros a cada embestida. Ella agitaba su cabeza hacia los lados, cerraba los ojos, los entreabría y contemplaba con deleite ese rostro ardiente que la devoraba justo enfrente.
Cuando sus gemidos denotaron su segundo y prolongado orgasmo, Jesús se salió de sus adentros.
La miraba de pie, enfrente, mientras ella se sonreía. Él seguía tocándose para mantener su erección.


Fue entonces cuando la chica se incorporó y tomó la iniciativa. Sentada en el borde de la cama lo atrajo hacia sí, cogiéndolo por las piernas y empezó con sus delicadas manos, a acariciarle el miembro: Sus dedos sabían perfectamente cómo hacerlo, sus ojos le miraban con una mirada
de entrega, de sumisión. Jesús suspiraba, echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos mientras exhalaba alguna palabra. Los labios y la lengua le empezaron a besar y a recorrer aquel tronco, aquella punta, con esmerada sensualidad.

Después de ello, todavía se enfrascaron en un apasionado revolcón por la cama, en el que ella fue sometida a constantes roces pretos, de aquel miembro en sus nalgas, en sus muslos, hasta que Jesús atinó a, situado detrás de ella, levantarle una pierna e introducírselo de nuevo en su sexo húmedo, y ansioso.

La música les siguió acompañando cuando, agotados por la pasión, decidieron tomar buena cuenta de aquellos trozos de queso, y los regaron con el cava.

Sonrisas, miradas, relatos, recuerdos, todo en animada charla, le dieron un toque distinto a aquel “intermedio”.

Abrazados y tendidos en la cama siguieron por un tiempo, ella con la cabeza apoyada en el torso desnudo de Jesús. Hasta que decidieron volver a unirse, a culminar el encuentro.

Así fue como Jesús, de nuevo la poseyó. Esta vez con una almohada debajo de sus nalgas, para elevarla un poco más, y de nuevo con sus piernas ya apoyadas en sus hombros, presionando fuerte, embistiéndola, soltando palabras mezcladas con suspiros en cada impulso, hasta que los gritos de ambos certificaron la llegada a la cúspide. sintió el choque de aquel fluido, semi-caliente, chocar contra las paredes de su sexo y se derramó en un orgasmo largo y
sostenido, que le hacía apretar los dientes hasta casi dolerle.

Cuando fue el momento de marcharse hacia su casa, ella sintió que le invadía una sensación extraña. Estaba tan bien en aquella “madriguera” con su lobo añejo, que no se hubiera ido por nada del mundo.

Tan solo los consejos de Jesús, de que debía volver a su mundo, y la promesa que le hizo de tomarse algo al día siguiente,( bueno, más tarde, porque el encuentro se había prolongado por más de 4 horas y ya se acercaban las tres de la madrugada,) le convencieron para marcharse.

El paseo de la mañana fue dulce, tierno, por las calles del centro de aquella ciudad norteña, como dos amigos, tan solo mirándose de vez en cuando con ardor a los ojos. Tomaron un refresco en una terraza, debatieron de “sus cosas” de ahora y de antaño, y aunque tristes por la separación, se agradecieron mutuamente aquellas horas compartidas.

Antes de tomar un taxi para regresar, Jesús todavía se las ingenió para bajar con ella a un parking subterráneo con el ascensor. Cuatro pisos de descenso, solos en aquella cabina. Cuatro pisos de subida. Muchos besos, muchos roces, pasión compartida, sensaciones que permitieron a ambos volver a sus vidas con el sabor y el aroma de cada uno metidos en su mente y en sus labios.


*Dedicado a Chinaski que me solicitó un relato.



8 dejaron besos en mi piel:

Carl 14 de diciembre de 2009, 15:12  

Magnífico tu relato, muy bueno.
Sigues calentando mi mente, jejeje.
Un beso.

© Capri 14 de diciembre de 2009, 16:41  

Me estas dando ideas,

Tal vez te pida que escribas uno, ya te diré el argumento :)

besitos

H. Chinaski 14 de diciembre de 2009, 20:44  

Mi querida J.A.T.L., no puedo sino aplaudirte por haber aceptado el consejo de este conejillo.
Me ha encantado
Y me ha encantado por partida doble. Primero por la ejecucion impecable del relato y segundo por que has contado una historia que muchos hemos podido vivir.
Una historia con los suficientes tintes de realidad como para recordar, en algunos casos, o para desear haberla vivido en otros
Mi mas sincera enhorabuena y mi deseo de que no sea la ultima que te pueda leer algo asi.

Bisous humides
H. Chinaski

Alfonso 14 de diciembre de 2009, 22:24  

Estupendo relato, desde luego sin palabras....

Besos

Anónimo,  15 de diciembre de 2009, 1:06  

Un relato muy creible mi amiga.
Estoy seguro que a estas horas hay mas de un lobo esperando a su caperucita.

Un beso.

Shang Yue 15 de diciembre de 2009, 23:08  

sólo de saber que me voy con su olor, con su tacto, con su saliva... ya me vuelvo a encender por dentro

~*Litzy*~ 18 de diciembre de 2009, 18:29  

Tienes un blog muy caliente .

Me quedo a tu lado junto a tus labios de mujer

Miles de besos en los tuyos

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Besos

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